Si en 2008 alguien me hubiera dicho que estaba a punto de crear un método revolucionario para aprender a leer, entrenar la lectura y minimizar las dificultades de lectura, yo le habría dicho que “había perdido la razón”. Sin embargo, un año después, la vida me presentaba un camino que nunca habría imaginado.

En 2009, mi hijo pequeño se encontraba a finales de 5º de primaria y había repetido 4º. El curso terminaba y sabíamos que, una vez más, sus maestros nos dirían que no lo habíamos conseguido. Nos dirían también que nuestro hijo no se dejaba ayudar y que no sabían qué más hacer por él. En casa éramos conscientes de que en la escuela se aplicaban a fondo y no ahorraban esfuerzos en ayudarlo y ayudarnos. Pero lo cierto es que se encontraba en un pozo muy profundo del que, tal vez, ya no podría salir.

El fracaso escolar no se genera en un día, ni en un año, el fracaso escolar tiene raíces profundas, hechas de esfuerzos que no dan fruto, horas de estudio y exámenes suspendidos, sentimientos de impotencia, autoestima mutilada, de corazas de protección oxidadas, de demandas y retos no logrados, de carreras no terminadas, de sentimientos de inutilidad.

Imagínate que cada mañana debes levantarte temprano para ir a un lugar donde tendrás que ir los próximos 10 años de tu vida, 9 meses al año y 7 horas al día.

Parece una condena, ¿no?

Un lugar donde todo te indica y te recuerda que no eres capaz de hacer lo que se espera que hagas.

Que no eres capaz de alcanzar los objetivos que, fíjate, los demás sí que logran. 

Imagínate que cada mañana debes levantarte temprano para ir a un lugar donde tendrás que ir los próximos 10 años de tu vida, 9 meses al año y 7 horas al día. Parece una condena, ¿no? Un lugar donde todo te indica y te recuerda que no eres capaz de hacer lo que se espera que hagas. Que no eres capaz de alcanzar los objetivos que, fíjate, los demás sí que logran. Un lugar donde no serás nunca la persona elegida para hacer un trabajo en equipo, un lugar que pondrá en evidencia que no estás lo bastante atento, que no has hecho suficientemente bien los deberes, que no respetas los márgenes, que no haces buena letra, que no lees lo suficiente… ¿Puedes imaginártelo? Un sitio que nota que eres inteligente, así que al principio tiene paciencia, y espera a que te adaptes, a que madures… Pero pasan los años y, puesto que no te has adaptado y no has mejorado lo suficiente, concluirá que, si eres inteligente y no avanzas, es porque en el fondo, no quieres avanzar. Y te pedirá que te esfuerces más, que trabajes más, que hagas más deberes después de las 7 horas, que vayas al psicólogo por tus problemas emocionales, y al psicopedagogo para aprender todo lo que no aprendes en tu puesto de trabajo. Y así, en lugar de trabajar 7 horas, deberás trabajar 10.


¿Ves cómo se fabrica el agujero? Con toda la buena intención del mundo, todos creamos el agujero. ¡Qué difícil resulta salir bien parado de una situación así!

El fracaso escolar no se genera en un día, ni en un año, el fracaso escolar tiene raíces profundas, hechas de esfuerzos que no dan fruto, horas de estudio y exámenes suspendidos, sentimientos de impotencia, autoestima mutilada.

Un poco de historia

Tuve la suerte de poder estudiar el caso de mi hijo con un grupo de investigación de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona.


Una posibilidad de trabajo se abrió ante mis ojos: las dificultades de aprendizaje, lo que yo llamaba “errores cognitivos” después de haber leído la experiencia de Barbara Arrowsmith, tal vez podrían explicar los problemas de Mario.


Fue leyendo el libro “El cerebro se cambia a sí mismo”, del Doctor Norman Doidge, donde vi reflejadas diferentes experiencias reales en plasticidad neuronal. Algunas eran entrenamientos para recuperarse de lesiones cerebrales, otras eran entrenamientos para mejorar capacidades cognitivas o habilidades educativas, pero la experiencia de Barbara Arrowsmith-Young para superar sus propias y graves discapacidades de aprendizaje, a través de actividades de entrenamiento diseñadas específicamente para su cerebro, basándose en los estudios y los relojes de de Luria, fue el punto de partida de todo. Barbara Arrowsmith-Young leía y escribía al revés, tenía problemas para procesar conceptos del lenguaje, se perdía continuamente por falta de orientación y estaba físicamente descoordinada. Barbara acabó aprendiendo a leer y escribir y supo enmascarar varios síntomas de su discapacidad mediante un esfuerzo heroico.


Esta y otras experiencias similares, más el diagnóstico de dislexia de mi hijo, me ofrecieron una nueva manera de afrontar el reto, gracias a un nuevo paradigma de trabajo: la plasticidad neuronal. Estábamos en la primera década del siglo XXI y yo entraba en el mundo de la neurociencia de la mano de Mario y de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona.

 

Y se hizo la luz

En la Facultad de Psicología me dijeron textualmente: “Mario es un disléxico como una casa”. Y yo, que llevaba días leyendo y estudiando el tema, respondí “¡no!”. Y al cabo de 3 segundos, dije: “perdón, sí, por supuesto; por eso estoy aquí, y ahora entiendo muchas cosas”.

Y, de repente, visualicé los errores de ortografía, los dolores de cabeza cuando tenía que leer, los dolores de estómago antes de entrar en la escuela, Mario diciendo que se le movían las líneas de los cuentos, sus escritos ininteligibles, las “tes” sin el palo, las “íes” sin el punto. Mario sin querer leer, Mario leyendo muy despacio. Mario inventándose palabras mientras leía. Mario con problemas para dormir. Mario, con solo 6 años, preguntándome qué tenía que hacer para no tener que ir a la escuela.

Empieza la aventura

Trabajando junto con algunos profesionales de la Facultad de Psicología de la Universidad de Barcelona, primero nos fijamos en las teorías vigentes en materia de dificultades de aprendizaje en general, para acabar centrándonos en las dificultades de lectura.

Fue en la Facultad de Psicología donde me dijeron textualmente: “Mario es un disléxico como una casa”.

¿Por qué de lectura? Pues porque el 80% de las dificultades del aprendizaje lo son de lectura y porque un 60% del fracaso escolar puede explicarse por los problemas de lectura (Lyon et all. 2003). ¡La importancia que la lectura tiene en nuestro sistema educativo y en nuestro entorno cultural es evidente! Así que los niños con esta carencia se arrastran por las escuelas luchando contra los elementos, para “sobrevivir en el mundo académico.”

En cuanto supimos que los problemas que queríamos resolver eran los que afectaban a la lectura, iniciamos un estudio teórico sobre los procesos lectores y buscamos bibliografía sobre experiencias que se estaban llevando a cabo en otros países.

Todo esto nos llevó al diseño de un primer programa piloto donde Mario, después de un primer bloque de entrenamiento, pasó de leer 43 ppm a leer 60; tras un segundo bloque de sesiones, pasó de 60 a 90 ppm; y, por último, tras un tercer bloque de entrenamiento, Mario se estabilizó entre las 120 y 140 ppm.

El 80% de las dificultades del aprendizaje lo son de lectura y un 60% del fracaso escolar puede explicarse por los problemas de lectura.

Fue todo un éxito, personal para Mario, profesional para el equipo y social, si conseguíamos que otros niños pudieran beneficiarse del hallazgo.

Esto fue todo un éxito, personal para Mario, profesional para el equipo y social, si conseguíamos que otros niños pudieran beneficiarse del hallazgo. Y así nació Avesedari en 2009. Y cuando los resultados empezaron a hablar por sí solos y la demanda para utilizarlo era cada vez mayor, quedó claro que había que estructurar la manera de trabajar para poder llegar a todo el mundo de una forma efectiva, y en 2012 se creó Glifing.

Desde entonces, no hemos dejado de trabajar con diferentes profesionales implicados: psicólogos, pedagogos, maestros, logopedas, escuelas y, sobre todo, niños con dificultades de aprendizaje, tanto desde las escuelas, como desde los diferentes centros de reeducación psicopedagógica que han creído en las nuevas tecnologías y las nuevas aplicaciones.

La investigación, clave del éxito

La investigación sigue siendo clave para nosotros, para mejorar y poder llegar a todos. Plantearnos nuevos retos, ofrecer nuevas posibilidades y no perder la flexibilidad para desarrollarnos y crecer en cualquier entorno. Por eso tenemos firmados diversos convenios de colaboración con universidades y hospitales de diversos países del mundo. Aparte de la Universidad de Barcelona, donde empezó todo, actualmente tenemos acuerdos de colaboración a distinto nivel con, por ejemplo, la Universitat Oberta de Catalunya (UOC), la Universidad de Salamanca, la Universidad de Castilla La Mancha, la Universidad Internacional de Valencia, la Universidad del País Vasco, la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH) o la Universidad de Santander (Bucaramanga – Colombia).

Y en cuanto a los hospitales, estamos muy contentos de la colaboración con la Unitat Neuro-Rehabilitació Oncologia Infantil del Hospital Sant Joan de Déu, a la que se añadieron proyectos de investigación del Institut de Recerca Vall d’Hebron (VHIR) y del Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco) de Buenos Aires. Y también en Buenos Aires, el Hospital del Niño Dr. Ricardo Gutiérrez, el Hospital General de Agudos J.M. Penna, y el Hospital J. M. Ramos Mejía.

Y, por supuesto, lo mejor de todo es que hoy, con la misma ilusión del primer día, seguimos trabajando para que Glifing llegue a todos los que lo necesitan.

Montserrat Garcia i Ortiz

Montserrat Garcia i Ortiz nació en Barcelona en 1965.

Es Licenciada en Psicología por la Universidad de Barcelona, tutora de prácticas de grados y posgrados de Psicología y Pedagogía de la UB y de la UOC, y especialista en detección y tratamiento de dificultades de lectura.

Desde su creación en 2009, es Presidenta de la Asociación Avesedari para el estudio y tratamiento de las dificultades de aprendizaje.

Es madre de tres hijos y creadora del Método Glifing para la evaluación y entrenamiento de las dificultades de lectura. Dirige Glifing desde que se creó en 2012.

Co-autora del libro “Glifing: Cómo detectar y atender las dificultades de lectura”. Editorial Horsori – Barcelona (2016) (leer extracto).