Pero hoy, afortunadamente, la evidencia científica ha demostrado sobradamente la base biológica de los trastornos del neurodesarrollo, también en nuestro país, donde encontramos magníficos profesionales en la investigación, el diagnóstico y el tratamiento de estas dificultades.
Ahora hace treinta años, y las familias que decidimos emprender el ACD y todas las que se han añadido nos preguntamos cómo es posible que después de tanto tiempo nos encontremos situaciones muy parecidas a las que vivimos nosotros entonces. La normativa legislativa establecida es, o debería ser, suficiente para atender adecuadamente a los alumnos con trastornos específicos de aprendizaje. ¿Por qué todavía hay tantas carencias?
En primer lugar, falta una implementación real y efectiva de toda esta normativa, que no será posible si la escuela no recibe los recursos que necesita: se necesitan especialistas en las escuelas, logopedas para tratar dificultades de lenguaje como la dislexia, hace falta el segundo maestro en el aula, se necesita formación y asesoramiento a los maestros y profesores de secundaria, es necesario que las normativas no sean ambiguas y establezcan criterios claros para evitar interpretaciones sesgadas que favorecen enfoques poco inclusivos. La inclusividad también debe aplicarse a los alumnos afectados por trastornos del neurodesarrollo.
También es necesario establecer un sistema de detección precoz, el período crítico de detección de estas disfunciones está entre P4 y 2º de EP, pero lamentablemente no siempre se detectan en este período, ni los TEL (Trastornos específicos de lenguaje) ni el TDAH en Educación Infantil, ni la dislexia o la discalculia en 1º y 2º de EP. Este retraso en la detección compromete seriamente el progreso de estos alumnos…
Tampoco las familias tienen el apoyo que necesitan y demasiadas veces el diagnóstico y posible tratamiento depende de la capacidad económica de las familias.
Nos queda mucho camino, ¡pero no desfalleceremos!