La revista de Glifing
02
LECTURA NEUROCIENCIA EDUCACIÓN | 2025

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02 LECTURA NEUROCIENCIA EDUCACIÓN | 2025 - 2026

Maria Carme Roca | escritora

Maria Carme Roca nació en Barcelona en 1955. Licenciada en Filosofía y Letras (Historia) y en Filología Catalana (Literatura), durante años se dedicó a la enseñanza. En 1997 publicó su primera obra y ahora tiene más de setenta libros publicados, con los que ha obtenido varios premios literarios. Este 2025 ha recibido el Premio Santa Eulalia de novela de Barcelona con El pasaje.

La lectura, una herramienta muy valiosa, mágica e indispensable.

Dice un proverbio hindú que un libro abierto es un cerebro que habla; encerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora. Y es así porque la lectura, a través de las personas, cobra vida. O la pierde, si no se practica.

Leer para comprender, para saber, para gozar.

Desde que el mundo es mundo, el ser humano ha tenido la necesidad de conocer historias, escucharlas, leerlas.

Es innegable que la lectura nos abre sus puertas al conocimiento, es el arma más efectiva contra la ignorancia y, en consecuencia, contra la intolerancia. Es imprescindible en el proceso de aprendizaje. Sin embargo, nadie puede negar que leer es una actividad compleja que pide muchas habilidades, desde descifrar los signos (letras, puntuación…) hasta diferenciar las ideas principales de las secundarias. Implica, pues, concentración. A diferencia de la imagen, que penetra enseguida en los sentidos, la palabra escrita exige atención. Sin embargo, el esfuerzo implícito se ve compensado con la capacidad de sugerencia que nos aporta, con una interpretación personal y única. Es el gran poder evocador de la palabra escrita.

Proverbio hindú: un libro abierto es un cerebro que habla; cerrado, un amigo que espera; olvidado, un alma que perdona; destruido, un corazón que llora.

Leer bien es todo un reto que una vez alcanzado nos proporciona un placer mucho mayor que la dedicación invertida. La lectura ejercita nuestro cerebro, despierta nuestras vías neuronales y la imaginación, activa la memoria, ayuda a concentrarse, mejora nuestra inferencia, permite fijar los recuerdos, aumenta la inteligencia emocional… Leer es una de las actividades más provechosas cognitívamente hablando, que nos da vía libre para conocer el mundo, descubrirlo, explorarlo… Y no solo el mundo, sino a nosotros a mismos, porque nos amplía el pensamiento.

No leer implica una redacción deficiente, un vocabulario escaso, unas limitaciones en el desarrollo de la expresión oral e, incluso, puede producir inseguridad en las relaciones interpersonales. Sin duda alguna, la lectura es la base del éxito escolar.

Pero los beneficios de la lectura van mucho más allá: nos permite hacer reflexiones que nunca nos habíamos planteado, favorece empatizar con lo que desconfiábamos, precisamente, porque nos era desconocido. Nos hace más críticos, más libres.

Antes que escritora soy lectora, si bien el primero es consecuencia del segundo, y puedo afirmar con contundencia lo que acabo de decir.

Y sin ninguna duda, también constato que las personas que leen viven más.
Un lector puede vivir un millar de vidas antes de su muerte. El hombre que nunca lee sólo vive una (George RR Martin. Canción de hielo y fuego, 5).
Montserrat Roig decía que no te mueres tanto, si lees. Cierto, porque leyendo multiplicamos experiencias, situaciones.
El tiempo para leer, al igual que el tiempo para amar, dilata el tiempo de vivir (Daniel Pennac, Los 10 derechos del lector).

Nos hace ir más allá. Avanzamos. Leyendo adquirimos la capacidad de la “teletransportación”, podemos ir de un lado a otro en el espacio, a través del tiempo.

Para viajar lejos, no hay mejor nave que un libro, dejó escrito Emily Dickinson, la escritora que acabó sus días sin salir de su cuarto.
Los libros son susceptibles de emocionarnos, de hacernos vibrar. Nos ayudan a superar penas y dificultades; son un cobijo que nos ayuda a crecer como personas.

No tengo ninguna duda de que todo el mundo, o una gran mayoría, está de acuerdo con lo que he dicho, aunque no lea o no lo haga lo suficiente. Pero si hablamos de niños, de jóvenes, ¿cómo lo hacemos para motivarlos a la lectura?
Hay quien lee de forma natural como cuando respira, pero ¿qué hacemos con aquel que no lo hace? Tenemos recursos a nuestro alcance, y muy simples, al menos, para empezar.

Leyendo adquirimos la capacidad de la “teletransportación”, podemos ir de un lado a otro en el espacio, a través del tiempo.

A veces, cuando imparto alguna conferencia, una charla sobre la lectura, algún padre o madre me pregunta qué puede hacer para que su hijo, su hija, lea más, le contesto con otra pregunta… Usted, ¿qué libro está leyendo o acaba de leer? Algunos te responden, muchos dudan, piensan qué responder, y otros, directamente, rehúyen responder.

Lo que decía de la simplicidad: nada más efectivo que el ejemplo. Es una cuestión de hábito. Si nuestros hijos nos ven leer, les estamos indicando que eso nos gusta, que es necesario. Y hay que hablar de ello, transmitirlo. De la misma forma que podemos comentar una película que nos ha gustado, podemos hacerlo sobre un libro que nos ha cautivado. Contagiar, de eso se trata.

Cuando son pequeños, a menudo acompañamos a nuestros hijos a las bibliotecas. Perfecto, por supuesto. Pero, ¿y las librerías? Si vamos con ellos a comprarnos una prenda de ropa, por ejemplo, también podemos entrar en una librería, adquirir aquel libro que queremos y, de paso, comprar uno para nuestro joven acompañante. Crear hábito, crear costumbre, una costumbre que nos empodera, que nos aporta seguridad. Lee y conducirás, no leas y serás conducido (Santa Teresa de Jesús, dixit).

La lectura es un buen atajo para probar la felicidad.

Maria Carme Roca

Escritora

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