Todo el mundo que ha oído hablar a Montserrat Garcia sobre Glifing y sobre cómo nació el método, ha oído hablar de Mario.
Mario Margaria, el hijo pequeño de Montserrat, fue el motivo por el que apareció Glifing.
Cuando Mario, con solo 5 años, le preguntaba a su madre qué tenía que hacer para dejar la escuela e ir a trabajar, ya se veía que algo no iba bien.
Con 12 años, Mario empieza su aventura con Glifing y su vida cambia. Empieza a vivir su etapa académica de forma más relajada y, después de unos años, encuentra su gran pasión: los perros.
Hoy, a sus 28 años, es adiestrador canino y un enamorado de la montaña y de los animales. Hoy hablamos de Mario con Mario.
Cuando tu madre explica cómo empezó Glifing, tú eres el motivo que lo hizo posible. ¿Pero cómo explicas tú la forma en que Glifing llegó a tu vida?
Fue algo complicado. Quizás al principio de todo fue fácil, porque el hecho de ser un juego de ordenador es un aliciente cuando eres pequeño. Pero llega un momento, en el que te das cuenta de que no solo es un juego, sino que lo estás haciendo también para mejorar un tema académico. Y yo estaba muy poco receptivo y quise dejar de hacerlo. Gracias a mi madre, seguí y me dio unos buenos resultados, que pude aplicar a mi vida cotidiana.
¿Qué recuerdas de esas primeras lecciones en las que tú eras el “conejillo de Indias”?
Como al principio parecía todo un juego, no me costaba mucho. Pero cuando empecé a ser más un conejillo de Indias (aunque nunca me sentí como si lo fuera; fue al cabo de unos años que me di cuenta de que lo había sido), ya fue distinto, más pesado. Después, Glifing entró en mi escuela y a mí se me veía con otros ojos. Yo lo pasaba muy mal por lo que pudieran decir y fue una época algo complicada; pero, por lo general, fue muy bien.
¿Qué es lo que más te gustó de ese Glifing que se iba creando contigo? ¿Cómo te hacía sentir?
Más que recordar hechos en particular que me hayan hecho sentir bien, es la sensación en general. A mí siempre me había dado miedo sentirme tonto y ser menos que los demás. El hecho de trabajar con Glifing y que me diera ese plus de autoestima que me hacía falta, eso sí que es algo muy notable. Me ayudó mucho a la hora de sentirme bien conmigo mismo.
¿Hay algún momento que lo recuerdas como un “clic especial” respecto al cambio que Glifing estaba haciendo en tu relación con la lectura? ¿O fue algo más progresivo?
Yo creo que fue un cambio bastante más progresivo. Quizás si hubiera estado muy metido en ámbitos académicos o estudiando mucho, habría notado un gran cambio, pero como no era el caso, lo que recuerdo es más la sensación de haberme dicho: “Pues me siento mejor conmigo mismo. Es como si estuviera más preparado para la vida”.Y es curioso porque, al final, mi mundo ha ido también hacia la educación. Sí que es muy diferente la educación de perros de la educación de niños, pero el 90% de mi trabajo consiste en educar a los dueños de los perros. Y la verdad es que nunca lo había pensado, pero mi tra- bajo se basa mucho en adaptarme a las necesidades del cliente, como hace Glifing, ¿verdad?
¿Recuerdas cuál fue el primer libro en papel que tuviste en las manos y te gustó?
Sí que recuerdo el primer libro con el que volví a casa orgulloso de habérmelo leído. No recuerdo cuántos años tenía. En mi escuela, con motivo de Sant Jordi, se hacía una feria del libro y los padres nos daban 2€, 5€, 10€… para comprar algún libro. Y yo me compré uno de un personaje que había cuando yo era pequeño: El Capitán Calzoncillos. Era un libro muy corto, con muchos dibujos y pocas letras, pero, para mí, ¡ya era todo un mundo! ¡Y me lo leí todo en una tarde! Y recuerdo haber llegado a casa y decirle a mi madre con mucha ilusión: “Mira, me he comprado este libro esta mañana y ya me lo he leído todo”.
(Mario sonríe recordándolo).
Si miras atrás, ¿qué ha significado Glifing para ti?
Durante muchos años fue un quebradero de cabeza. Porque, desde fuera, se ve de una manera, pero desde dentro tú lo vives de otra. Y cuesta aceptar que todos lo vean de una manera, cuando tú lo has vivido de otra muy diferente. Pero como decía antes, me ha dado estabilidad y, sobre todo, confianza en mí mismo, y me ha hecho sentir válido y seguro de decirme: ¡tú eres capaz de eso!
Y si piensas en cómo influye Glifing en los glífers, ¿qué crees que lo hace especial?
La forma en que se interactúa entre profesor y alumno o entre padre e hijo. Si existe una buena relación entre tutor y estudiante, trabajar con Glifing puede ser divertido. Estuve haciendo evaluaciones en las escuelas y, si realmente conectas con el niño, es muy bonito. El vínculo es clave y puede hacer que el aprendizaje sea más entretenido. También lo hace especial el hecho de que, en ocasiones, los cambios se ven, incluso, durante la misma sesión; y eso motiva mucho.
Eres adiestrador canino, te gusta la montaña y pasear, y te gustan mucho los animales. Sobre todo, te gusta observarlos de noche. ¿Por qué?
Por dos motivos. Uno porque por la noche es cuando yo me siento cómodo, porque no hay nadie y se está muy tranquilo, no te encuentras a nadie que te moleste. Y el segundo motivo es porque yo siempre he sido muy miedoso y me ha dado mucho miedo la oscuridad. Y el hecho de ir a la montaña de noche me daba mucho miedo, y empecé a hacerlo, precisamente, para superarlo. Y después, con mi primo Guim empezamos a ir a la montaña por la noche para ver jabalíes. Y, poco a poco, íbamos observando otras especies, como salamandras o escolopendras.
Aquí puedes ver la entrevista a Mario conducida por la periodista Marta Hernández (subtitulada al castellano):
